martes, 29 de septiembre de 2009

El Camino de Santiago por el norte (Parte I)

Se me hace muy complicado hacer un resumen de un viaje tan intenso. Y es que sólo han sido siete días, pero a los tres que lo hicimos nos pareció que llevabamos un mes andando en bici. Quizá eso la ha hecho tan especial; multitud de viviencias, de esfuerzos y de personas en tan corto espacio de tiempo, nos ha hecho creer que llevabamos mucho más tiempo recorriendo la costa.
 
Este viaje, simple y llanamente, es demasiado para sólo 7-8 días. Es demasiado en varios sentidos: son demasiados kilometros al día, excesiva carga para unas piernas poco acostumbradas a la bici como las nuestras. Llevabamos poca preparación pero aún así hemos aguantado, pero claro está, a costa de hacer excesivos esfuerzos y auténticas salvajadas. Al final estas cosas se pagan, como el dolor de piernas que nos llevamos los tres, el cansancio extremo que nos acompañará varios días, las dolencias en la espalda y rodilla que se lleva Asier como premio, los dedos sin fuerza ni para abrir la puerta de casa que me he ganado de sujetar el manillar, ... 

 
El viaje es demasiado también para poder admirar toda la belleza del camino, que es mucha. Preciosos pueblos costeros, acantilados imposibles, playas de mucha belleza, paisajes de postal, bosques de un verde intenso apabullante... demasiado que ver para la velocidad a la que pasabamos. Mientras recorrías algún pueblo que te atraía especialmente, te daban ganas de quedarte todo el día perdiendote por sus calles o por sus playas, pero el planing obligaba a volver a montar en la bici y a buscar el siguiente pueblo. Esto a veces te dejaba mal sabor de boca y con ganas de aprovechar más, pero en seguida te acercabas a otro pueblo o atravesavas una senda preciosa y te ponías a disfrutar. 
 


Demasiado también ha sido el terreno. Totalmente rompepiernas hasta para alguien preparado a andar en montaña. Pendientes de más del 20% llenas de piedras en las que resbalaba la rueda trasera, bajadas peligrosas, barrizales, sendas estrechas llena de zarzas, vallas en medio del camino, incluso había que atravesar un par de playas. Todas estas dificultades hacen, si cabe, más especial el camino pero te obligan a un esfuerzo físico sobervio. Está claro que es preferible caminos reconditos por el medio del bosque o acantilados que atravesar la península por carreteras nacionales. Pero es muy duro.

Mentalmente ha sido una dura prueba. Jornadas interminables de bici hacían que desesperases en algunos momentos, sobre todo en plena subida de un puerto. Y lo peor era por las mañanas, después de haber hecho 120 kilómetros el día anterior y sin haber podido descansar del todo en un albergue, toca madrugar para hacer otros 120 kilómetros más. Así que psicológicamente ha sido demasiado también. Pero todo ha merecido la pena.

No hay comentarios:

Publicar un comentario